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Qué es la Psicocardiología

Podemos definir a la psicocardiología como la rama de la psicología de la salud que detecta los factores de riesgo psicosociales que inciden en le desarrollo y desencadenamiento de las enfermedades cardiovasculares, y las secuelas psicológicas de los eventos cardíacos. Esta disciplina se constituye por la reunión de varias especialidades —en particular, la cardiología y la psicología— trabajando conjuntamente en la prevención primaria y secundaria de la enfermedad con el fin de:

1 - Informar y promover en la población en general un estilo de vida más saludable que ayude a prevenir el desarrollo de enfermedades cardiovasculares.
2 - Optimizar los resultados médicos y psicológicos en pacientes cardíacos.
3 - Estimular la configuración de redes de apoyo social para los pacientes.

La psicología de la salud ha puesto claramente de manifiesto la importancia de las variables psicológicas en el desarrollo de las enfermedades y su recuperación, otorgando, también, un lugar no poco importante a la integración social de los pacientes.

Resulta evidente que un paciente cardíaco puede presentar diferentes factores de riesgo psicosociales que pacientes de otras enfermedades, como el cáncer, el asma o la insuficiencia renal. Incluso la incidencia de un mismo factor puede variar su grado de importancia en las diferentes patologías. Estos factores están asociados con la salud psicológica del individuo, tanto premórbida como posterior al evento cardíaco y su impacto emocional.

Los chinos fueron los primeros en reconocer la importancia de la relación entre psiquis y cuerpo. Huang Ti, el “Emperador Amarillo” señaló que:
“Cuando las mentes están cerradas y la sabiduría se traba, uno puede quedar ligado a la enfermedad.”1

Incluso podríamos señalar ya en William Harvey una vinculación entre la mente y el corazón:
“Un disturbio mental provoca dolor, alegría excesiva, esperanza o ansiedad, que se extiende al corazón, donde afecta el humor y la relación”2

Hoy en día, es bastante obvia la existencia de profundas conexiones entre las emociones de un individuo y sus reacciones físicas. Ya desde las primeras décadas del siglo XX se observaron y establecieron seguimientos en pacientes cardíacos con el objetivo de vincular la patología con ciertos factores de riesgo psicológicos.

En 1910, William Osler definió al enfermo cardiovascular como un individuo preocupado. También pudo verificar, en algunos casos, la presencia de falta de interés por las tareas que desempeñaban.Menninger (1936) y Dumbar (1943) reconocieron en los sujetos cardíacos una fuerte tendencia a reprimir la ira. Dumbar identifica como rasgos característicos de un paciente cardíaco:

- Antecedentes importantes de enfermedad
- Alta frecuencia de matrimonios
- Procedencia de grandes familias
- Perseverancia en el trabajo
- Trabajo realizado bajo tensión y esfuerzo, por largas horas y sin descanso
- Ausencia de pasatiempos
- Poco interés en los deportes
- Alto interés por las actividades intelectuales
- Infancia con presencia de:
- Testarudez, obstinación y cavilación
- Relaciones competitivas tempranas con un padre temido y envidiado
- Imposibilidad para percibir el éxito como alivio de tensión y recompensa

Para la misma época, Weiss vinculó la hipertensión arterial con la hostilidad reprimida. Incluso llega a utilizar el término ‘neurosis cardíaca’ para referirse a la ansiedad.
Arlow (1945) registró que sus pacientes cardíacos presentaban una fuerte tendencia a dominar a sus pares e igualar a sus superiores.
Pero, el estudio que abre paso a una investigación más detenida sobre la incidencia de factores de riesgo psicológicos en la enfermedad coronaria fue el realizado en 1959 por los cardiólogos Friedman y Rosenman. Estas investigaciones dieron como resultado la formulación de un Patrón de comportamiento asociado a los trastornos cardiovasculares, que se denominó Patrón de conducta tipo A.
Sobre este modelo de comportamiento se han hecho numerosos estudios, bajo diferentes enfoques, pero, en términos generales puede definírselo bajo los siguientes rasgos:

- Impaciencia acentuada
- Competitividad y orientación al logro
- Baja tolerancia a la frustración
- Hostilidad·Hiperactividad
- Control

Desde los primeros trabajos, la hostilidad ha sido considerada componente tóxico pero esencial del tipo A, y de modo particular ha llamado la atención de los investigadores en las últimas décadas. Los estudios realizados han reflotado la tesis de que los individuos hostiles son más propensos a desarrollar enfermedades cardiovasculares. Asimismo, se ha establecido que las situaciones de ira precipitan los eventos cardíacos.
También el estrés negativo ha sido objeto de investigaciones que lo vinculan con la patología coronaria. Dicho estrés actuaría como desencadenante , de modo activo y agudo, de episodios cardíacos, en la medida en que influye en las funciones somáticas volviendo al organismo más vulnerable a la enfermedad.

2 Fisher, Heart and Mind, p.
Por último, en la década del ’90 Denollet y Brutsaert (1997/98) han propuesto un nuevo tipo de personalidad vinculada a las patologías cardíacas: la personalidad de distrés o tipo D. Este patrón de personalidad se definiría, básicamente, a partir de una afectividad negativa y de la inhibición social.

La salud psicológica no sólo es importante para la prevención del desarrollo y desencadenamiento de la enfermedad cardiovascular. Posteriormente a la ocurrencia de un episodio coronario, la salud psicológica incide en la rehabilitación del paciente y aleja la repetición de nuevos eventos. Junto a la imprescindible intervención cardiológica, una adecuada ayuda psicológica permite:

1 - Superar el impacto emocional provocado por el evento cardíaco
2 - Modificar hábitos de comportamiento nocivos
3 - Reintegrarse a sus actividades sociales positivas: relaciones familiares y afectivas, trabajo, sexualidad.

Finalmente, la psicocardiología, al reunir cardiólogos y psicólogos en un trabajo común, combate la deshumanización de los sistemas médicos, ayudando a la formación de profesionales con una visión más integral del paciente cardíaco, permitiendo una comunicación más fluida entre ambos, y actuando así, no sólo desde la eficacia de un tratamiento médico, sino promoviendoestrategias que, en cada caso, tengan en cuenta las necesidades psicosociales del individuo afectado.

 
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