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Estres y enfermedades
Dra. Mirta Laham

Si bien la noción de estrés pertenece al ámbito de la física, las primeras versiones médicas del término surgieron al considerar al organismo como un sistema encargado de mantener el equilibrio interno a través de diferentes mecanismos de respuesta a los estímulos ambientales.En términos generales, podemos hablar tres tipos de estrés. El estrés fisiológico que considera las alteraciones producidas a nivel de los tejidos. El estrés psicológico, básicamente, asociado a factores cognitivos y que implica el modo de evaluar las amenazas del entorno. Y el estrés social que consiste en la desorganización del sistema social.

Estos tres puntos de vista se superponen restando claridad a una definición, volviéndose complejo identificar respuestas exclusivas de estrés. Un mismo modelo de respuesta puede aparecer en virtud de diferentes estímulos, así, por ejemplo, un cuadro de aumento de actividad fisiológica, aumento de presión arterial o velocidad del corazón, puede tener por causa desde un gran susto a una ejercitación física intensa.

Los significados psicológicos de los estímulos también pueden variar. Una situación se considerará estresante o no estresante en virtud del perfil del sujeto involucrado y, particularmente, la propia interpretación que el sujeto haga de ella.

Siguiendo a Lazarus creemos que lo más conveniente es reunir bajo un mismo concepto de estrés los estímulos que provocan las reacciones, las reacciones en sí mismas y los procesos involucrados en las respuestas. Y definir al estrés en referencia a cualquier evento en el cual las demandas externas y/o internas agotan o exceden los recursos adaptativos de un sujeto.

En los ya tradicionales estudios de W. Cannon, que abrieron un camino sobre el tema, la respuesta de estrés es un mecanismo de emergencia ante una amenaza que, por un breve período, proporciona energía al organismo y lo capacita o bien para la lucha (enfrentamiento), o bien, para la huida de la situación amenazante. Es un proceso autonómico que induce cambios cardiovasculares. Actualmente se considera otras alternativas: modos de resistir en la situación tratando de reducir sus efectos negativos sobre la salud del organismo implicado.

Podemos distinguir entre respuestas negativas y respuestas positivas de estrés. Las respuestas de estrés se vuelven negativas si su recurrencia es excesiva. Las respuestas adaptativas, aún las más positivas, son nocivas cuando se vuelven crónicas y frecuentes.

Hans Selye observó un patrón no específico de respuesta adaptativa del organismo, al que llamó Síndrome de Adaptación General. Es un modelo de respuesta en tres instancias. La primera es la reacción de alarma, momento en que se detecta la presencia del evento estresor. Es una respuesta de adaptación. Si esta condición permanece por mucho tiempo entramos en una segunda instancia del modelo: la fase de resistencia, que implica el mantenimiento de la activación inicial mientras el organismo busca y encuentra una respuesta apropiada a la situación amenazante. Cuando el cuerpo ya no puede dar respuesta a la situación de estrés entramos en la última instancia o fase de agotamiento. Esta es la fase con riesgo serio de enfermedad. El organismo experimenta una importante disminución en su reserva energética y en sus recursos adaptativos que lo llevan al padecimiento de desajustes, desequilibrios, disfunciones más severas, desarrollando enfermedades y provocando, incluso, la muerte.

A partir de las investigaciones de Selye el estrés se considera como una respuesta específica en sus manifestaciones, pero, inespecífica en su causación, presentando una pluralidad de causas externas e internas. La cuestión de la causación del estrés conduce las investigaciones, en un principio sólo fisiológicas, a considerar la actividad emocional como agente responsable. A partir de este momento, ya no se puede desligar la noción de estrés de una biología de las emociones.

El estrés influye en las nociones somáticas volviendo al organismo más vulnerable a la enfermedad. Las emociones humanas en general y los procesos adaptativos en particular no influyen en la salud a través de un único mecanismo, sino que ejercen su influencia en diferentes modos y momentos del proceso de la enfermedad.

Así, y tomando en cuenta las evidencias epidemiológicas, clínicas y experimentales puede afirmarse que el estrés:

1- constituye un riesgo para la salud.
2- afecta los hábitos de salud y, por lo tanto, la calidad de vida.
3- bajo episodios agudos, puede agravar ciertas enfermedades.
4- puede distorsionar la conducta de los enfermos.

En términos generales, tanto la respuesta nerviosa, como la respuesta hormonal, definen las grandes líneas de adaptación a los estímulos ambientales. Sin embargo, muchas veces la respuesta adaptativa es causada por enfermedad, en especial en casos de estrés no prolongado o interno.

La respuesta adaptativa puede desviarse por defectos innatos, bajo estrés, sobre-estrés o bien, por orientación psicológica defectuosa. La más común de las enfermedades causadas por estrés —la enfermedad de adaptación— es la úlcera péptica en el estómago y en la parte alta del intestino. También se manifiesta como hipertensión, accidentes del corazón y disturbios nerviosos.

Pero, estamos ante un concepto relativo de enfermedad: ninguna enfermedad es sólo una enfermedad de adaptación e, inversamente, tampoco encontraremos causas de enfermedad donde una inadaptación no juegue un papel importante con efectos visibles en el cuerpo. No existe una enfermedad en un órgano en estado puro, esto es, una enfermedad donde los órganos restantes permanezcan imperturbables.La producción indirecta de una enfermedad por causa de una reacción adaptativa, excesiva o inapropiada, puede ilustrarse con el siguiente ejemplo de Selye (1991):

Si somos fuertemente insultados por un borracho inofensivo podemos adoptar dos actitudes:

- Una actitud syntóxica: ignorarlo
- Una actitud catatóxica: la pelea

En el primer caso, nada ocurre. En el segundo, el resultado puede ser trágico. Se descarga adrenalina que incrementa la presión sanguínea y el pulso. El sistema nervioso se alarma y tensiona. Si somos candidatos a una coronariopatía, podemos desencadenar con nuestra reacción una hemorragia cerebral fatal o un ataque cardíaco: un "suicidio biológico" por una reacción equivocada.

BIBLIOGRAFIA:

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